jueves, 9 de febrero de 2012

La desvergüenza de ser alcalde

Según la primera acepción del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) desvergüenza significa "falta de vergüenza, insolencia, descarada ostentación de faltas y vicios", calificativos que pueden ser aplicados a muchos de los alcaldes que desgraciadamente tenemos que tolerar en las diferentes provincias y municipios del país.

Con frecuencia, hay denuncias sin ser investigadas contra determinados alcaldes, según las cuales malversan fondos públicos, ostentan bienes de los cuales antes de llegar al cargo carecían, gastan en obras inexistentes, practican el acoso sexual contra empleadas, incumplen con recoger la basura, mantener limpios los cementerios y los mataderos municipales, arreglar las vías públicas rellenando los baches, velar para que los semáforos funcionen correctamente, y otras menudencias que por ser tales no dejan de ser importantes.

Entre esas "menudencias" está la de contratar "asesores", generalmente periodistas, con sueldos hasta de RD$100.000.00 (cien mil pesos), para que defiendan a sus alcaldes favoritos, en la radio y en la televisión. Como contraparte, hay médicos de hospitales públicos, y maestros de escuela cuyos sueldos son inferiores a la tercera parte de esos "asesores".

La República Dominicana está repleta de alcaldes que deberían estar "friendo tusas", como se dice popularmente, en lugar de regir en sus respectivas comunidades. Casi siempre, han llegado a los cargos no por su capacidad o probidad, sino por el clientelismo político. Si se acepta que para una persona llegar a ser alcalde tiene que gastar millones de pesos en propaganda, ¿como se explica que Mengano o Zutano, llegara al cargo cuando antes era un ciudadano de a pie y hoy anda en lujosa yipeta? Pero como dice otro refrán "favor con favor se paga", es decir, "finánciame la campaña, que cuando sea alcalde te lo devolveré con creces".

En más de una oportunidad, muchos alcaldes han sido señalados como malversadores del dinero de los munícipes. Pero la famosa y codiciada Liga Municipal Dominicana (LMD), ni la Cámara de Cuentas, ni el Departamento de Prevención de la Corrupción (DEPRECO) dicen "esta boca es mía". Los Partidos que los postularon, menos.

Hay entre muchos alcaldes la práctica del nepotismo, que es la desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos. Incluso hay quienes se valen de sus familiares o amigos para hacer negocios, con compañías creadas al vapor una vez asumieron el cargo, compartiendo los beneficios.

Otros alcaldes se dan el lujo de utilizar personal municipal con vestimentas de las Fuerzas Armadas, sin que el Ministerio que las agrupa diga si eso es o no legal, como ocurre por ejemplo en Santiago, donde su alcalde se ha dado el lujo de fomentar eso y de romper las aceras para sembrar palmas reales, un obstáculo para los peatones y principalmente para los no videntes. Palmas adultas, dicho sea de paso, gran parte de las cuales se seca precisamente por eso.

Ese es un claro ejemplo, aunque también hay otros, que demuestran claramente que nunca se consulta a los ciudadanos que eligieron tal o cual alcalde, para que opinen sobre asuntos de importancia que conciernen a sus comunidades. El llamado "presupuesto participativo", consagrado en la Constitución, vale menos que una mierda de gato.

En Santo Domingo se hizo algo parecido, aunque no igual a lo de Santiago. Se derribaron árboles saludables, otros no, para sembrar exóticos, por cierto vulnerables a los ciclones. Entonces se denunció que cada palma o árbol sembrados, extraídos de alguna finca cuyo propietario es "amistoso", cuesta RD$20.000 (veinte mil pesos) sin contar con el mantenimiento, que a menudo ni cumple, pero que figura en el contrato y recibe los pagos que en él se consignan.

Los semáforos son otro cantar. En el municipio de Santo Domingo Oeste, por ejemplo, el anterior síndico jamás se ocupó formalmente de ellos, excepto de colocar uno en la calle Primera esquina avenida Paseo de los Beisbolistas, que casualmente le permitía avanzar sin problemas desde su residencia desde la citada calle Primera hacia la alcaldía, en detrimento de la avalancha de vehículos que transitan por la avenida. La gente se alegra muchísimo cuando ese semáforo no funciona, pues el tránsito se hace más fluido.

En la misma zona, el semáforo de la antigua carretera Duarte a esquina avenida Las Palmas tiene años, lean bien, años que no funciona.

Se nota a leguas que el actual síndico, que lleva el mismo nombre de su padre, Francisco Peña, no transita por la avenida Paseo de los Beisbolistas, pues siquiera por vergüenza arregla el enorme bache, cada día más grande, frente a Hormigones del Caribe, cuyos pesados camiones con concreto cada día contribuyen con el daño en la mencionada vía y a los vehículos que transitan por ella. La citada empresa, ni siquiera por la llamada "responsabilidad social empresarial", contribuye con la alcaldía echándole un poco de concreto a los hoyos existentes precisamente al frente donde opera. Pero si usted hace un desvío por detrás de la hormigonera, confiésese a Dios, porque las calles de ese sector de Villa Aura se parecen a los cráteres lunares.

Los que residen en las avenidas o calles principales reconocen y agradecen la eficiente recogida de basura, aspecto cosmetológico de propaganda, pero entre a los barrios de Santo Domingo Oeste a ver si es verdad tanta belleza.

Cuando los alcaldes no arreglan las calles, le tiran la papa caliente al Gobierno. Hasta los promotores de urbanizaciones quieren que sea el Gobierno que les arregle las calles, como si fuera el responsable de negocios privados. Pero también, ¿cuántas veces el Ministerio de Obras Públicas ha dicho que arreglará "todas las calles de la capital", promesa siempre incumplida bajo la excusa de "eso será cuando pasen las lluvias".

Las lluvias cesan y nada hace, y a los ciudadanos que tienen la fortuna de tener un auto que se deteriora por los hoyos, que se los lleve el Diablo.

En cuanto a la basura, el Ministerio de Salud Pública debería ordenar un estudio que determine cuántos millones de pesos se gastan en atención de enfermedades de la piel, la gastroenteritis y la leptopirosis, transmitidas por los ratones, y también otras por las milenarias cucarachas que contaminan los alimentos por sus secreciones, con un olor desagradablemente característico y las bacterias, virus y protozoos que trasportan tras haber contactado con heces de las alcantarillas y basuras donde anidan.

Estoy convencido que tratar tales enfermedades en los hospitales públicos costaría menos si los famosos alcaldes recogieran eficientemente la basura.

Creo también que el día que un alcalde limpie sus ciudades, podría ser reelegido varias veces, aunque su Partido pierda en las elecciones presidenciales. Pero no; pocas veces ocurre así, porque en más de una ocasión ha logrado más el clientelismo, a base de dinero, para que el pueblo ignorante seleccione a alcaldes que no sirven "ni para maldita la cosa", como diría la escritora sueca Selma Lagerloff.

¡El Diablo cuando era alcalde!

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