Dra. Dalín Olivo Plasencio
*Médico cirujano general, ayudante del departamento de cirugía general hospital Taiwán, azua de Compostela, Lic. En derecho y magister en derecho y relaciones internacionales, UASD, diplomado en derecho internacional humanitario, derecho notarial, diversos estudios en el ámbito internacional sobre la paz y manejo de conflictos. Coordinadora del bloque de organizaciones comunitarias del sector de herrera, municipio santo domingo oeste, actualmente forma parte de las ternas para escoger el suplente al defensor del pueblo.
Hoy se plantea que la actual situación social que vivimos es causada por una crisis en los valores éticos y morales. Puede haber algo de cierto en esa posición que se repite incesantemente. Pero, ¿De dónde surgen los valores éticos y morales que proclamamos? ¿Cuáles son los valores fundamentales o reales que la sociedad enarbola como mejores?
Muchos de los sucesos violentos ocurridos en los últimos años han sacudido la conciencia del pueblo dominicano. Esta situación nos ha llevado a señalar la violencia como uno de los problemas fundamentales que afectan nuestra sociedad en la actualidad. La violencia es la manera de actuar contra el modo de proceder, haciendo un uso excesivo de la fuerza. También se puede definir como la coacción física ejercida sobre una persona para viciar su voluntad y obligarla a ejecutar un acto determinado. En sentido general, la violencia se puede ver como algo que impide la realización de los derechos humanos, comenzando por el más fundamental: el derecho a la vida, seguido por el derecho a la libertad.
Tomando como punto de partida estas definiciones, veremos cuál puede ser la causa fundamental de que en nuestra sociedad cada vez más aumenten los niveles de violencia. Estos actos nos impactan más cuando en ellos se ve el desprecio por la vida. Acciones de homicidio, asesinatos, ajusticiamientos, venganzas, violencia intra-familiar, maltrato a menores y pandillerismo, etc; son fenómenos que con asombro se repiten a diario en nuestro país.
En fin, crímenes horrendos como descuartizamientos y el asesinato a sangre fría nos han impactado tanto que hasta el más común de los ciudadanos se ha puesto a meditar sobre éstas tragedias. Pero violencias como las que anotamos, relevantes por su crueldad, ocultan otro tipo de violencia que comúnmente pasa inadvertida. Nos referimos a la violencia que, como dice la definición, vicia nuestra voluntad o impide nuestra libertad.
Para analizar qué es la violencia tenemos que partir que ella es un fenómeno social que se da en la convivencia diaria de los seres humanos. El ser humano es en su realidad el conjunto de las relaciones sociales. Por tanto, buscar el origen de la violencia actual es escudriñar dentro de nuestro propio sistema social. La sociedad humana en su devenir histórico ha moldeado y fortalecido valores fundamentales como la paz, la justicia, la solidaridad, el respeto al derecho ajeno, etc. Estos son valores esenciales y universales, válidos para todas las sociedades, Pero, ¿Por qué no se concretan?
Nuestro sistema sociopolítico, surgido de la Revolución Francesa, proclamó valores esenciales como la Libertad, Igualdad y Fraternidad. Estos valores están muy lejos de ser alcanzados.
Por ejemplo, la sociedad de libre mercado o neoliberal produce desigualdad, sus fundamentos se basan en la libre competencia, en un absoluto individualismo y la lucha por escalar un nivel social cada vez más alto se convierte en el objetivo esencial de la vida.
Este sistema social con sus contradicciones y desigualdades jamás puede brindarle la oportunidad a todos los individuos de alcanzar esos ideales. El sistema promueve el consumismo y la buena vida, pero excluye a la mayoría de la población del goce de esos bienes.
Esto lleva a que las personas movidas por el afán de lucrar, de buscar el dinero para satisfacer las exigencias que la sociedad le impone, trate por todos los medios de alcanzar la riqueza para no sentirse excluido y disminuido como ente social.
Se podrá objetar que muchos delincuentes y asesinos no tienen necesidades de adquirir más riquezas y en cambio cometen delitos graves. Esto es cierto y aceptamos la objeción, pero el hecho de que le demos preponderancia al factor social, no quiere decir que el factor psicológico y de vivencias individuales no sean elementos que induzcan al delito o al crimen.
La verdad es que todos estos factores se conjugan para crear las condiciones necesarias para que aparezca algún tipo de violencia.
Lo que sostenemos es que el sistema social actual no podrá erradicar la violencia mientras siga generando condiciones de desigualdad.
Se ve con preocupación que por muchos esfuerzos que hagan las instituciones y organizaciones en materia educativa o religiosa, la violencia sigue creciendo y parece que ninguna campaña surte el efecto deseado.
En este aspecto se debe tener claro que aunque se reconoce el problema, el sistema económico se ve obligado a priorizar la captación de ganancias, el beneficio económico es la finalidad del sistema y mientras esas sean las reglas, cualquier intento de erradicar la violencia será como escribir en el mar o predicar en el desierto.
De ahí que aunque se lancen campañas educativas y se denuncie la violencia, los programas donde la violencia es el tema preferido, los que promueven la morbosidad y contenidos pueriles, son los más publicitados y más vendidos. De este modo existe una contradicción entre lo que se desea para una mejor convivencia social y lo que se ofrece a la sociedad.
Por su esencia, el sistema social neoliberal, cuya violencia subterránea corroe cada día la dignidad de miles de desempleados, miserables y desamparados, está inhabilitado para acabar con la violencia porque sus valores basados en el egoísmo económico están lejos de construir una nueva sociedad. Si esta sociedad se torna cada día más violenta es producto de las relaciones sociales y del sistema socioeconómico que las sustenta.
El costo económico de la violencia es preocupante porque está literalmente revirtiendo el desarrollo, destrozando medios de vida, destruyendo infraestructuras, reduciendo la inversión extranjera directa, retrasando el crecimiento económico e impidiendo la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Ante esta situación hacemos un llamado a los Estados signatarios de la Declaración de Ginebra para que refrenden firmemente una serie de medidas que les comprometan a reducciones tangibles y a contabilizar la violencia a través de prácticas demostradas que restauren la dignidad humana. construyan medios de vida y contribuyan a un desarrollo verdaderamente sostenible.
0 comentarios:
Publicar un comentario