martes, 23 de marzo de 2010

EL ADULADOR: Los que dan halagos a cambio de favores

Santo Domingo.- Cuando se busca ganar la voluntad de alguien con determinados fines, se hace uso de la adulación o lisonja, cualidad de quienes utilizan las alabanzas de manera a veces exagerada con el fin de agradar a determinada persona y ganar su favor. De esta cualidad negativa fueron víctimas, en toda la historia y hasta la actualidad, monarcas, reyes, nobles y personalidades ligadas en determinada medida al poder.

Según la psicóloga Ana Mirtha Vargas: “Un halago es real cuando se trata del reconocimiento de una conducta que es plausible, meritoria, cuando una persona ha hecho algo digno o loable”. No nos equivoquemos, el buen reconocimiento es sano, pues refuerza una conducta y también motiva al halagado a seguir manejándose de esa forma.

Elogio


El halago es una de las tantas formas de caricias que todo ser humano necesita para mantener conductas y acciones positivas.

Es reconocimiento, gallardía, atención y delicadeza de una persona que muestra educación y fineza. Entonces, ¿en qué momento el halago se torna en adulación? Vargas responde: “Cuando una persona con un interés vil de lograr algún objetivo ulterior específico se dedica a alabar a una persona, inclusive inmerecidamente”.

La adulación manifiesta una conducta degradante


La adulación, uno de los defectos más indignos que puede vivir un ser humano, está íntimamente ligada a la hipocresía. En palabras de Ana Mirtha Vargas, psicóloga: “El lisonjero de alguna forma le tiende una trampa al adulado. Es una especie de vendedor que trata de persuadir a su “víctima” creándole confianza haciéndose pasar por sincero cuando en realidad todo es una estrategia para lograr su fin”.

Sin embargo, no todo es color de rosa. Si al adulador las cosas no le salen como había calculado, llegan a expresar incluso displicencia y frialdad hacia quien antes tanto alababan y, en casos extremos, puede llegar a manejarse con odio y violencia.

De este comportamiento llega el rechazo social, lo que hace que los aduladores reciban los más desagradables epítetos en nuestra sociedad: lamebotas, limpia sacos, lambones, serviles, chupamedias, alcahuetes, allantosos y hasta bajos.

Aduladores y adulador


Nos preguntamos ¿cuál es la relación que se da entre el adulador y el adulado? Según la experta, “uno existe porque el otro lo permite”.

El adulador potencial es una persona con menor poder ante otra, que sería el adulado.

Este último no quiere ver al adulón como tal, sino que quiere pensar que es real, y en su propio afán de recono lagos son genuinos.

“En la política, la víctima real del juego es un tercero que no está en el juego de adular a los que tienen el poder, pues pocas veces son mirados. Suelen ser más tomados en cuenta los lisonjeros que los persiguen pues


LAS INTENCIONES DE LOS LISONJEROS


La adulación siempre es motivada en la adquisición de un bien, obtener prebendas.

Son propensas a rodearse de lisonjeros las personas con poder. Estos adulones generalmente buscan una dádiva o adquirir un servicio en especial. “Son los comúnmente llamados en nuestro país “limpia sacos” y existen desde que el mundo es mundo. Grandes reyes tenían cortesanos adulones”, dice Vargas.

Así, la adulación circunda a funcionarios, presidentes, jefes y todo el que tenga un poder al que el adulador quiere acceder para alimentar alguna ambición.

Pero también existe la adulación que se extiende a un grupo con el fin de obtener de éste favores.

Los políticos adulan para ganar el voto de las masas, los vendedores para vender sus productos, y hasta los estafadores se valen de artimañas y elogios para embaucar a sus víctimas.

EL LISONJERO NO ES UN ENFERMO MENTAL


Aunque es un ser indigno, el que adula tiene baja autoestima, ya que puede desear en secreto recibir él mismo esa adulación que prodiga. Aquí se ve un doble factor negativo: como quien es adulado no se percata de su ego cada vez más inflado, el adulador tampoco se da cuenta del propio rebajamiento a que se somete con su conducta. “El adulador no necesariamente quiere verse como adulador, porque esta conducta es considerada degradante”, afirma la psicóloga.

Añade que como el lisonjero no es un enfermo mental en sí, no se puede hablar de una terapia psicológica específica que pueda ayudarle a dejar de lado esta conducta. “No obstante, la adulación puede ser un rasgo de un trastorno de la personalidad antisocial cuyos síntomas comienzan a emerger en la adolescencia y muchos desarrollan sociopatías.

Fuente: Listin Diario Digital

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